De lo que no se quiere hablar es de lo que más hay que hablar. Veamos las promesas:
Existe el mensaje de que las promesas solo las hace Dios y que al ser humano solo le toca perseverar y creer en la obra del Señor. Eso es incorrecto. El ser humano PUEDE hacer Promesas y Pactos con Dios.
El tema de las promesas que sólo se pueden cumplir luego de recibir lo pedido a Dios, es el tipo de promesa que aunque algunos pretendan estigmatizarla negativamente como “trueque”, tiene base bíblica. Un ejemplo de promesa lo tenemos en Génesis 28:20-22:
“E hizo Jacob voto, diciendo: Si fuere Dios conmigo, y me guardare en este viaje en que voy, y me diere pan para comer y vestido para vestir, y si volviere en paz a casa de mi padre, entonces el SEÑOR será mi Dios. Y esta piedra que he puesto por señal, será casa de Dios; y de todo lo que me dieres, el diezmo apartaré para ti”.
No me enfoco en el detalle del diezmo que tan diversas interpretaciones recibe, sino en el concepto de prometer a Dios en pos de cumplir lo prometido al recibir lo pedido. Es triste que ese tema de ese tipo de promesa, casi no se toque y en ocasiones se evade.
Gracias a Dios no todo está perdido. Hay casos de personas que sufren alguna condición o enfermedad, prometen consagrarse a Dios de ser sanados, reciben el milagro y cumplen. También está quien hace promesas por el éxito del emprendimiento, progresa y cumple; un ejemplo está en la empresa Chick-fil-A que honra el favor recibido por el Eterno al no a ir los domingos.
En mi caso personal, hay varios ejemplos. Algunos son:
* Cuando estuve en un lugar de trabajo como voluntario, no había recursos para reclutarme, pero siguiendo el consejo de un Pastor que ví en televisión, por primera vez oré con la Biblia y al día siguiente el jefe visitó por sorpresa, le hablaron sobre mi voluntariado y me preguntó si deseaba permanecer ahí. El Dios proveedor y de abundancia honró mi fe.
* Cuando viví el riesgo de no poder cumplir con la tesis para recibir la Maestría en Historia, me enfoqué en dedicarla a Jesús y pude cumplir.
* Cuando mi madre estaba en intensivo y todo apunta a a que moriría, oré intensamente con mi hermano y el Señor honró ese nivel de pacto con la recuperación en mi madre.
* Rumbo a las aguas bautismales en la fe Adventista, alguien enfermó gravemente, expresé que si se levantaba e iba a mi bautismo me bautizaba (ya había estudiado y tomado una tendencia hacia una decisión); mejoró y cumplí.
Lo de formalizar promesas con Dios no siempre genera el resultado deseado, pero funciona. Lo que viví en lo de la Maestría también puede verse en otra vertiente de casos: Un estudiante que no tiene forma de graduarse por malas notas y objetivamente sólo un milagro le puede permitir lograr el diploma. Si ese estudiante promete que de lograr graduarse presentará el diploma ante el altar, sólo de concederse lo pedido, se podrá cumplir la promesa.
Si vemos un ejemplo de las tradiciones, fuese para agradecer el lograr un hogar o fuese para agradecer el regreso de un familiar en el ejército, la oración, ritual y fiesta en el cumplimiento de una “Promesa de Reyes”, sólo se daba luego de recibir lo pedido. Reconozco que La Palabra es clara:
“Cuando alguno hiciere voto a Dios, o hiciere juramento ligando su alma con obligación, no quebrantará su palabra; hará conforme a todo lo que salió de su boca” –Números 30:2.
Fundamentar peticiones y rumbos de vida en promesas a Dios, no es atadura, es cuestión de honor.
Existe el argumento de que es mejor no prometer que cumplir y no prometer, ¿pero por qué no enfatizar en los testimonios de quienes prometen y cumplen? ¿Por qué la resistencia al tema de las promesas? ¿Por qué la resistencia a un método de amor, fe y perseverancia que por los términos de una promesa, es inmune a la manipulación y tergiversación?
¿Prometer en esa forma es “negociar con Dios”? Con toda humildad, respeto y reverencia, no temo a eso. Si prometer al Altísimo es negociar con El, que así sea. La clave es prometer para hacer el bien, con respeto a la sana y libre conciencia, sin creer que se puede torcer el brazo del Altísimo o pretender hacer más daño que bien vía el capricho. Por lógica simple, serán mejores los negocios con el bien que con el mal; aunque por ser algo sagrado que se debe hacer sabiamente y no a la ligera, la palabra más correcta quizá no es “negocio”, sino pacto.
Estoy convencido de que en la medida que no se toque el tema, se seguirán agravando los problemas sociales, por lo que la mayor promesa que deseo cumplir va más allá de mí. Hay que rescatar el honor. Ante Dios y los hombres, ante el cielo y la tierra, cada cual afirme promesas que abonen a iluminar almas. Dios sabe; a Dios consagremos todo.
Vivimos tiempos en que lo que se necesita son testimonios de cumplimiento con amor, visión y HONOR, para una mejor y más consagrada civilización. Todo sería mejor si cada bendición recibida no fuese un fin en sí, sino una base de pacto para hacer algo grande para Dios y por ende, para inspirar y educar. Por ejemplo, habría fidelidad y paz si la bendición de la compañía idónea se basara en la promesa de glorificar a Dios, educando e inspirando a los demás.
Un buen Propósito de Vida es sumar y no restar, a la vida de quienes estén con uno en el hogar, el trabajo, la comunidad, en todo lugar. La religión y la política se enaltecerían cumpliendo promesas a Dios. Así, la empresa llamada vida adquiere nuevas dimensiones.
Reconozco que existe el argumento de que en promesas a Dios, la respuesta puede ser sí o no, y que en cualquier caso, hay que mantener la paz. Se argumenta que si la respuesta es sí a los términos específicos de la promesa, procede un cumplimiento, y si la respuesta es no a los términos específicos de la promesa, procede seguir viviendo aún siendo exentos de un cumplimiento.
Es como en la política: Se le puede exigir al candidato que prometió y resultó electo que cumpla lo prometido, no al que no fue electo, pero todos tienen el deber constante de ser buenos ciudadanos. Una promesa se refiere a algo específico, que por la medida que puede marcar un nuevo rumbo de vida, debe acentuar el compromiso mejor fundado.
El cumplir promesas es cuestión de honor y cuando resucitan sueños, se confirma que en lo que más imposible parece, es en lo que más se luce Dios. Así, se recibe la real Voluntad Divina que sea, con paz. Nos define lo que vivimos.
Cada caso es único, pero el sistema es el mismo: el entendimiento de que unas bendiciones que por lo que significan e impactan, requieren hacer grandes cosas para el Señor en la visión, el agradecimiento y la acción. Ciertamente todo cambia cuando se busca vivir un cumplimiento así, ya que la petición va más de uno mismo por la medida de la consagración y el potencial para dar luz a los demás.
Que cada paso determinante y gran petición se fundamente en promesa al Todopoderoso para que sea Él en nosotros. Que esa nueva vida nos ubique haciendo mejor patria desde lo mejor del alma. Dios ilumine a todos.